Organización internacional enfocada en atender la salud de poblaciones víctimas de desastres naturales y conflictos bélicos.
El mundo se encuentra ante una crisis de hambre sin precedentes que va mucho más allá de la escasez de alimentos. Es una emergencia multidimensional impulsada por el conflicto, el cambio climático, la desigualdad económica y la inestabilidad política. Hoy en día, más de 780 millones de personas no tienen acceso a una alimentación suficiente, y regiones enteras sufren los efectos acumulados de sequías, sistemas alimentarios interrumpidos y el aumento de los precios globales de los alimentos. Desde el Cuerno de África hasta zonas de América Latina y Asia, las consecuencias de esta crisis se sienten con intensidad devastadora. Desde la Fundación Europea por la Paz, subrayamos que el hambre no es solo un problema humanitario; es un desafío estructural que exige acción global coordinada e inversiones a largo plazo en paz, resiliencia y desarrollo equitativo.
La crisis de hambre es al mismo tiempo síntoma y causa de violencia. Las comunidades que enfrentan escasez crónica de alimentos son más vulnerables al reclutamiento por parte de grupos armados, más propensas al desplazamiento y más susceptibles a la inestabilidad política. La falta de alimentos intensifica la competencia por la tierra, el agua y los recursos básicos, mientras que la desesperación económica erosiona la cohesión social. Observamos esta conexión en numerosas regiones donde el hambre profundiza desigualdades existentes y se convierte en detonante de conflictos. Enfrentar la crisis global de hambre no es solo un imperativo moral, sino un camino estratégico hacia la paz. Las soluciones sostenibles—sistemas agrícolas justos, políticas climáticas sensibles al conflicto y acceso equitativo a los alimentos—definirán si avanzamos hacia la estabilidad o hacia una mayor fragmentación.